Susurrante de caminos.

Era por la mañana, el sol pegaba fuerte y Nanashi estaba inquieto, por más que pensaba no podía dejar de darle vueltas al mismo asunto. Desayunó rápido, se vistió y empezó a correr como un loco por las calles de Konoha, adentrándose en la Zona boscosa.

El joven muchacho, interesado en la roca que vió en su antigua visita por las zonas de bosque, decidió ir a ver los nombres gravados, quería saber si su padre fué o no un héroe. Tras llegar ahí, se frotó los ojos y empezó a leer nombre tras nombre. Decidido a encontrarlo, no paró hasta acabar con todos los nombres de la maldita piedra, acabando cabreado, el nombre de ningún Yakushi figuraba en esa piedra de héroes. Su padre adoptivo le decía que eso era bueno porque los héroes eran los caidos en batalla, pero el joven en cambio, pensaba diferente. Cada mañana iva a observar la maléfica piedra, encontrando el mismo resultado. Cansado de siempre lo mismo, Nanashi se mordió los lavios con fuerza, hasta que un hilo de sangre pasó por su boca, acabando en su mentón.

Sentado, apoyado contra la roca, pensativo, Nanashi no se percataba del paso del tiempo, solo quería algo, descubrir todo sobre él, su familia y su pasado.

Acababa de comprar una pequeña gabardina con un curioso gorrito puntiagudo. ¿Motivo? Ocultar su pálida piel del fuerte sol a tales horas de la mañana, que con su potente espada de fuego bailaba sobre él, riéndose cuando Nagi lo observaba.
Caminaba, observando como los árboles se movían a toda velocidad espantando a los pájaros que se posaban sobre ellos, como si una guerra invisible tuvieran… ¡Sí, sí! Aquello tenía sentido.

A veces, levantaba la vista al cielo, observando su nítido color rojo, como la sangre, cuyas nubes rosadas parecían ser lágrimas…Quizás cielo y sol también estuviesen enemistados… ¿Y si se enfadaban y se iban cada uno por su lado? ¡Todos morirían! Desde luego el camino del ninja estaba lleno de peligros.

Continuó paseando sin ton ni son, atento a cualquier detalle sobresaliente además de las blanditas piedras del suelo que querían engañarle fingiendo ser gominotas, pero él ya había mordido una…Y ¡No, no, no! Estaban duras y sabían mal. Sin darse cuenta, se había plantado ante mama piedra, una roca de gran tamaño con diversos símbolos grabados que bien podrían ser las instrucciones para las demás de menor tamaño, contempló seriamente que no se trataban de instrucciones, sino nombres… ¿Posibles victimas quizás? Podían acabar con ninjas fácilmente a base de derrumbamientos…Quizás…

Sus ojos bailotearon un metro hacia la izquierda, hasta un chico que descansaba a los pies de la roca, con un labio ensangrentado por un motivo desconocido…Quizás atacado por una de las rocas.
Nagi sonrió abiertamente, mostrando todos sus brillantes dientes, y se acercó al chico con tranquilidad y cuidado, impidiendo que su capucha se escurriera. Él pensaba que su rostro estaba cubierto por sombras, nada más lejos de la verdad, pues podía verse perfectamente, ya que la capucha solo cumplía una función…tapar de la lluvia o…En este peculiar caso, del sol.

Se acercó un poco, apoyando su espalda contra la roca, y observó parte de la aldea, tan colorida como siempre. Con sus demonios, sus mentiras, su gente…Auténticas y copias, y sus estructuras, frágiles por fuera y robustas por dentro.
”Fijar un día a día en una roca no resolverá tu destino más bien lo encadenará… Haciendo este un peso mucho mayor de lo que debería considerarse normal.”
La frase podía considerarse carente de sentido… O no… ¿Eran todas sus frases carentes de sentido? Quizás nadie viese el significado que el les daba… Además, si veía que la gente empezaba a curiosear…Recurriría a su mejor arma…Solo era un joven niñito de once años. Aunque hubiese pasado un siglo encerrado en su habitación.

”¿También a ti te gusta ver la aldea desde este punto? No puede observarse demasiado bien con tanto árbol… Pero es un lugar agraciado.”

¿Quería decir agradable? ¿O se refería a que el lugar estaba agraciado por alguien?
¿Lo sabía él?
Quizás…Pero no le hacía nada de gracia que el sol decidiese bajarse los pantalones… Empezaba a resultar indecoroso, y difícil mantener una conversación seria con él.
Indudablemente prefería las estrellas…Ellas si ayudaban…cazando las moscas y mosquitos que por la noche le atormentaban…

Alguna vez su padre intentó quitarle esas ideas de la cabeza…Pero…Si era mentira… ¿Qué pasaba con las moscas por la noche? ¿Por qué desaparecían?... ¿Iban a un refugio? ¿Hay algún lugar lleno de moscas? ¡¡No!! Las atrapaban las estrellas, por eso….a veces, estas desaparecían…

Sí, sin duda alguna.

Nagi sonrió satisfecho ante su teoría, sin volver a abrir la boca…Por ahora.

Nanashi, ignorando toda presencia, seguía con la mirada perdida, sus ojos no mostraban sentimiento alguno. ¿Era lo correcto? Quizás. Nanashi no pensaba, tenía la mente en blanco y su lavio sangrando levemente..

Entonces llegó un muchacho con capa, Nanashi le ignoró, no por gusto, es como si estubiese en otro lugar, muy lejos ya de Konoha. El joven continuó mirando al olvido, como si intentase alcanzar algo, que no era o estaba en ese alocado mundo de Shinobi. Observaba la aldea, entre los árboles, observaba el cielo, desde ese lugar se podía ver todo a la vez, entonces se percató de un ruido, volvió en si, giró la cabeza y preguntó:

-¿Me has dicho algo?

Dijo con despreocupación, esperando la respuesta del joven encapuchado.